martes, 3 de abril de 2018

Sokushinbutsu

Sokushinbutsu Imagen: Daijuku Bosatsu Shinnyokai-Shonin
Es difícil dar con alguno de los templos que se encuentran en la prefectura de Yamagata. Se trata de terrenos sagrados para los budistas de la región, espacios perdidos entre la inmensidad de los bosques. Además, hace muchos años, aquel que se dirigía a alguno de los templos sabía que jamás volvería.
Hay un punto, en las conocidas como montañas Dewe Sanzan, que es particularmente notable por contener la historia más antigua sobre la adoración japonesa a estas cumbres. En realidad, cuando hablamos de ellas nos referimos a los tres montes sagrados que la conforman: Haguro, Gassan y Yudono, todos en Dewa (actual prefectura de Yamagata).
Puerta torii en el monte Haguro. Wikimedia Commons
Dicen los libros de historia que las montañas se abrieron por primera vez como un centro religioso hace más de 1400 años, en 593 por el príncipe Hachiko (hijo primogénito del Emperador Sushun). El joven llegó allí huyendo, tras el asesinato de su padre. A partir de entonces, Hachiko dedicó el resto de su vida a actividades religiosas, con el tiempo llevó a cabo ejercicios ascéticos junto a un período de penitencia que lo llevó a la adoración de Haguro Gongen, la deidad de la montaña.
Es más difícil averiguar cuando comenzó a hacerse “famosa” la zona. Tras la consagración de las montañas Dewa Sanzan como centro importante de las creencias religiosas ascéticas, muchas personas comenzaron a hacer peregrinaciones anuales, incluso senderismo de miles de kilómetros para ir en busca de los santuarios durante los meses de verano.
La pagoda de cinco pisos cerca de la parte central del Monte Haguro. Wikimedia Commons
Allí, entre las montañas de Yamagata, iba a ocurrir un hecho insólito varios siglos después. A finales de la década de 1950 se acercaron un grupo de personas que nada tenían que ver con la religión. Al contrario, los monjes que los recibieron se sintieron tremendamente extrañados. Se trataba de un grupo de científicos e historiadores.
Querían saber si podían ver alguna de sus momias.

Sokushinbutsu

Sokushinbutsu
Un año antes de la llegada de este grupo, otro equipo que investigaba una serie de rumores sobre momias locales había descubierto seis monjes budistas momificados en cinco templos en la prefectura. Poco después del descubrimiento, varias universidades japonesas formaron el Comité de Investigación para Momias con el fin de llevar acabo una exhaustiva investigación.
Las momias se mantuvieron en exhibición en un lugar de honor en los templos, siempre bajo la mirada de los monjes. Lo que ocurre es que cuando hablamos de momias, no nos referimos al ritual de, por ejemplo, Egipto. A diferencia de las momias egipcias , las japonesas no estaban envueltas en telas. En cambio, estaban vestidas con ropas de monjes, con su piel seca y coriácea visible en sus rostros y manos.
Howard Carter en Egipto. Wikimedia Commons
Lo cierto es que las momias no eran inéditas en Japón. De hecho, cuatro líderes de la tribu Fujiwara habían sido momificados en el siglo XII y aún estaban guardados en una gran sala de oro de un templo en el noreste de Japón. Sin embargo, y esta es la razón de la visita de los investigadores, la técnica de momificación es complicada, especialmente en un clima tan húmedo como el de Japón. El equipo desplazado hasta la zona esperaba examinar las momias del templo para descubrir los detalles de este proceso específico.
Para evitar que las bacterias, insectos y hongos descompongan a la momia, el hombre que momifica normalmente comienza extrayendo los órganos internos. De esta forma elimina las fuentes de alimento más “tentadoras” para las criaturas de la descomposición. Así que cuando los investigadores comenzaron a examinar las momias de Yamagata, se encontraron la primera sorpresa: los órganos internos de los monjes seguían intactos y habían comenzado a secarse antes de morir.
La cosa se puso más interesante poco después. Un examen minucioso de los registros del templo reveló que esta momificación viva no era una especie de tortura o asesinato, sino más bien un ritual de suicidio. Estos monjes se habían momificado ellos mismos. En vida. Alucinante y escalofriante.

La fe de una momia

Samantabhadra. Wikimedia Commons
Los investigadores comenzaron a estudiar a los antepasados para entender qué tipo de contexto los llevaba a esta situación extrema. Al parecer, los monjes momificados de Yamagata habían pertenecido a la escuela Shingon del budismo, la cual combinaba el budismo esotérico con las creencias nativas de Shinto.
Estos monjes practicaban ascetismo extremo, creyendo que la privación física les permitía ver más allá de la ilusión del mundo físico. Eran tipos capaces de meditar sobre cascadas heladas o de caminar a través de brasas para practicar la negación de su ser físico. Además, también creían profundamente en el autosacrificio en el servicio a los demás, y también creían que esos sacrificios podían servir a la comunidad a través de medios espirituales.
Los monjes que se momificaban a sí mismos consideraban que su muerte era un acto de redención, pero también de salvación para la humanidad. El sufrimiento antes de la muerte les permitiría ir al cielo budista de Tushita, espacio donde disfrutarían casi dos millones de años y que les daría la capacidad de proteger a los seres humanos en la Tierra.
Sin embargo, había un “pero”, para que los monjes alcanzaran tal nivel de “poder” espiritual, sus cuerpos debían permanecer físicamente “atados” a la Tierra. Dicho de otra forma, era vital que sus cuerpos fueran preservados por medio de la momificación.

Manual de auto momificación

Sokushinbutsu. Imagen: Ancient Origins
Un monje que elegía realizar la técnica, denominada sokushinbutsu, comenzaba absteniéndose de granos y cereales, comiendo sólo frutas durante un tiempo exacto de mil días. Mientras, pasaba el tiempo meditando y prestando servicio al templo y a la comunidad. Luego, durante los siguientes mil días, el monje sólo comía semillas. Al final de los dos mil días de ayuno, el cuerpo del monje había desaparecido por hambre y deshidratación.
Mientras esto satisfacía el requisito del sufrimiento, también comenzaba el proceso de momificación eliminando el exceso de grasas y agua, que de otro modo atraería bacterias e insectos después de la muerte. 
Algunos de los monjes bebían té hecho de la corteza del árbol de urushi durante su ayuno. Su savia se utiliza normalmente para hacer un barniz y contiene un producto químico abrasivo venenoso. Urushi es tan tóxico que incluso su vapor puede causar una erupción, y permanece en el cuerpo después de la muerte. Beber té urushi sirvió para acelerar al monje hacia la muerte, además de ahuyentar a los posibles insectos.
Por último, el monje entraba en una tumba estrecha especialmente construida para situarse en posición de loto y comenzar la meditación mientras sus acólitos lo encerraban, dejando un pequeño tubo para permitir que entrara aire. Los últimos días de los monjes los pasaban meditando y tocando una pequeña campana una al día para señalar a los que estaban fuera que todavía estaba vivo. El día que la campana dejaba de sonar, se retiraba la caña de respiración y se sellaba la cripta.
Finalmente y después de mil días, se abría la tumba y se examinaba el cuerpo. Si no había señales de decadencia, el monje había logrado el sokushinbutsu y era colocado en un templo y adorado como Buda viviente. Si no era así, sería enterrado con honores por el intento.
Se cree que el primer caso conocido de sokushinbutsu tuvo lugar en 1080, llevado a cabo por un monje llamado Shōjin, pero fracasó y su cuerpo decayó. Más de un centenar de monjes pueden haber hecho el intento desde entonces, pero únicamente alrededor de dos docenas (en Yamagata y las prefecturas circundantes) han tenido éxito. El procedimiento para la auto-momificación se desarrolló a través de ensayo y error, e incluso los monjes que siguieron los mismos pasos tortuosos de aquellos que tuvieron éxito podrían haber fallado sin ninguna razón aparente.
Lo que sí parece claro, al menos por el número de tumbas encontradas (unas 20), es que los monjes de Yamagata tuvieron una tasa de éxito particularmente alta en comparación con los monjes de otras regiones. 
Hoy sabemos que a finales de la década de 1870, el emperador Meiji terminó con la auto-momificación en Japón. La ley prohibía abrir la tumba de un monje que había intentado sokushinbutsu, a menos que el monje hubiera entrado en la tumba antes de la ley fue promulgada. [WikipediaAtlasObscuraBurning for the Buddha]

Miguel Jorge para Gizmodo

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