martes, 8 de mayo de 2018

¿Qué es la Piedra de Scone?



El príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, y su hermano, el duque de York, devolvieron en 1996 a los escoceses la Piedra de Scone, también conocida como Piedra del Destino o de la Coronación, el símbolo nacional de Escocia sobre la que durante siglos fueron coronados los reyes escoceses y que fue arrebatada por el rey Eduardo I al anexionar Escocia a Inglaterra en 1239.
El "martillo de los escoceses", tal como era conocido Eduardo I, se la llevó a Londres como botín de guerra para ser usada en la coronación de los soberanos ingleses.
El mismo Eduardo I mandó construir en Westminster un trono especialmente diseñado para contener en su parte inferior a la Piedra del Destino. Creía que quien estuviera en posesión de la milenaria piedra sería el legítimo soberano de Escocia.
En 1950, estudiantes escoceses e irlandeses –para quienes también tiene rango de signo nacional de identidad y se conoce como Lia-Fàil ("la piedra que habla"), por su mágica cualidad de gritar en la aprobación de un candidato real– la robaron de Westminster, pero fue recuperada unos meses después a tiempo para presidir la coronación de la actual soberana británica, Isabel II.
Cuando en 1996, los herederos de la corona británica decidieron devolverla al castillo de Edimburgo como gesto de buena voluntad, ante el auge político del movimiento nacionalista escocés, pusieron la condición de que volviera a Londres para su uso en futuras coronaciones.

En torno a mitos y leyendas

La piedra solo tiene como inscripción una cruz latina. Aunque en el libro “Monumentos celtas” del cronista medieval Giraldus Cambrensis (1146-1223), dice que vio el siguiente lema escrito en ella: “Si el destino es verdadero, luego los escoceses serán conocidos por haber sido reyes donde sus hombres encuentren esta piedra”.
La leyenda cuenta que esta piedra se remonta a la época de Jacob –nieto de Abraham–, patriarca de las tres grandes religiones monoteístas: la cristiana, la islámica y la judía.
La Biblia narra como Jacob tuvo un sueño profético en el que Yahvé le entregaba la tierra sobre la que estaba durmiendo y le prometía que tendría una progenie tan abundante como el polvo de la tierra.
Jacob durante este sueño habría apoyado su cabeza sobre una piedra. Cuando despertó la bendijo, la unció con aceite y la colocó sobre un pedestal. Siendo conservada por el pueblo judío como objeto de culto.
De acuerdo con esta tradición, la piedra estuvo en el Templo de Jerusalén hasta la invasión de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el 597 a.C.
Se cuenta que el profeta Jeremías junto con dos hijas del rey David escapó con la piedra a Egipto, de allí fue llevada a España y luego a las Islas Británicas.
En estas tierras se convirtió en la piedra sagrada sobre la que son coronados los reyes irlandeses posteriormente los escoceses, quienes veneraron y adoptaron la pieza como un símbolo nacional.
Maria Fernandez Rei

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